martes, 4 de diciembre de 2007

Industria

El olor a plástico,
El dulce aroma de la fábrica diurna,
Los fierros chocando con los brazos,
Acariciando cada peldaño de las mentes,
El obrero caminando hacia su jefe,
Con olor a grasa y aceite en los labios,
Las campanas no cuentan sus tintineos,
Las personas no cuentan su pasado;
Las máquinas no siguen sus
ejercicios,
Solo obedecen al toque del animal despierto,
Cambiando el sol por focos,
Flores negras por blancas,
Oscureciendo las conciencias trabajadoras,
Personas esclavizadas por el olor de las monedas,
Y marchitas por el
desvaneciente dolor de sus espaldas,
Caminos fugaces de invierno,
El frío pasa inadvertido entre el humo caliente de los motores,
Y el aliento tibio de las narices hambrientas.

Las bocas callan pensamientos de revolución,
Y los cabellos oscuros de brasas,
El aire denso y sólido por las cenizas,
Cantan los pies chocando en el cemento,
Miles de botas marchando unísonas hacia el trabajo,
Luego del pan de la colación.

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