martes, 29 de septiembre de 2009

Declaración pública en contra de la declaración pública

Hace algún tiempo que despierto agitado, caigo de mi cama 3 veces por noche, el color verde me persigue en los sueños, estoy inundado por la sensación de alegría, por la sensación de tranquilidad que tantas veces se conversó.
Vengo de un país extraño que no quiero volver a ver, vengo de un pasado terco y arrugado que se estira al pensar en el presente.
¿El presente? Claro, si todo era un limbo plagado de dudas y carreras sin meta. Pero ahora está todo en castellano, los idiomas extranjeros mal pronunciados quedaron atrás, aprendí la lengua de la selva y pretendo usarla. El olor a tierra mojada, el fin del verano, el otoño, la primavera, amé cada una de las épocas del año. ¡Me encanta la primavera!, los colores llenan de formas los parques y hasta el letrero de la micro se ve más feliz. Juro que tomaré tus manos cuando las juntes en modo de oración, y te acompañaré en cualquier aventura.
Canciones creadas, poemas creados, palabras inventadas, insultos inventados, todo sirve para llegar al todo, a la leña.
Sucede como tiene que suceder, como se quiso que sucediera, sin plan ni respuestas, tratos rotos, paciencia y más paciencia. He cambiado y se me nota, me lo noto yo mismo, y ya estaba bueno.
No puedo evitar flotar, no dejo de permitir que TODO juegue en mi cabeza como un niño pequeño rodeado de juguetes, lleno de colores y formas, las mismas de la primavera.
Ni quemar, ni destruir, ni sollozar, esta vez no hay sangre ni oscuridad, sólo hay cabida para seguir flotando libre y seguir cayendo de mi cama cuando el verde llena mi cabeza y mis sueños. Esto sí lo escribí yo.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Declaración pública

Me apesta la primavera. Y es que hoy desperté con ese aire helado mezclado con sol, en la nariz y en el cuello. Me levanté pensando, entre el recuerdo de la pesadilla de anoche y las ganas de vomitar, en el cursi viento de amor que inunda a todos en ésta época. Hoy quise creer en algo, quise separarme del silencio maldito de la censura, quise prender fuego, quise tomar el sonido de un susurro ausente y borrarlo de mi sien, deseé agarrar la inseguridad y transformarla en secuencias de llantos desgarradores en la cocina y en la cama, con la almohada ahogándome.
Decidí ir a todas las iglesias, decidí acaparar todos los rezos que andan en el aire, todas las plegarias, todos los perdones, y convertirlos en míos, apropiarme de la fe estúpida de aquellos que no quieren nada más que llegar a un cielo que no tiene iglesias, ¿Dónde rezarán entonces? Dios no construyó capillas en las nubes, los muertos no hacen nada más que no estar aquí, son pura ausencia, y no salen oraciones de sus bocas. Creeré en Buda, en Alá, en Dios, en Jehová, en el Nirvana, en Cristo, en todos los santos y en todas las Marías, para así poder ser hereje de tiempo completo, para poder blasfemar a cada momento y enojarlos a todos, poder quemar cada una de sus imágenes y paredes de madera. Un fuego universal a la estupidez, un final a todo lo que odio, matanza de viejecitos vestidos de blanco predicando lo que no practican. Vestir de negro a las alergias y a ese mal pandémico de la religión. Eso quise hoy en la mañana, y no me arrepiento, porque tomar mis manos y apretarlas en modo de oración, apretar y apretar, seguir apretando hasta que los dedos atraviesen la mano contraria y ver mi sangre y roer mis blancos huesos y saciar mi hambre de frescura. Quiero pensar en el infinito hasta desesperarme, angustiarme hasta golpear mi cabeza contra el cielo y volverme loco de pasión por la música monótona. El té ya está frío y el agua que corre de la ducha no logra estar tibia, el agua recorre mi espalda y moja mis piernas, el frío quema y se pega a mis pies como una serpiente sedienta de asesinar. Las gotas caen en la nuca una a una, una a una, una a una, una a una, golpeando en el mismo lugar, las siento penetrar mi cabeza como una aguja en el brazo doliente de un enfermo de lo que sea. El líquido llena mi cerebro de ideas malditas que quisiera concretar, dentro y fuera de mi cabeza, que las ideas me tomen como una mano gigante por el torso y me aprieten contra los hechos, para despertar al fin de la burbuja celeste de la casa.

Negro

Mi culpa fue mi decisión,
¿No me crees?
Pues apuñalé la razón
Y vomité el amor.

Tomé del cuello la lógica,
Escupí su rostro,
Quemé las manos,
Corrompí su obvio estado.

Sumas y calculas,
¿Te parezco extraño?
Es que no me conoces,
No sabes la libertad.
Sí, te extrañas,
Cobarde,
Tu frente arrugada te delata,
No subas las cejas,
Acepta que fallas.

Nada es perfecto,
Nada es eterno,
¿Dices que no?
Eres el ejemplo.

Muéstrate, desnúdate,
Te mueres insatisfecha,
Te mueres retorcida,
Nadie es eterno.